Viernes, 30 de Noviembre del 2007

y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo:
Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor,
Ni desmayes cuando eres reprendido por él;

Porque el Señor al que ama, disciplina,
Y azota a todo el que recibe por hijo.
Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos.

Hebreos 12: 3-13

Disciplina

Cuando enfrentamos dificultades y desaliento, es muy fácil perder la perspectiva global. Pero no estamos solos; hay ayuda. Muchos han logrado vencer a lo largo de la vida y en forma constante y en circunstancias mucho más difíciles de las que estamos experimentando. El sufrimiento es el campo de adiestramiento para alcanzar la madurez cristiana. Desarrolla nuestra paciencia y convierte en agradable nuestra victoria final.
Estos lectores enfrentaban tiempos difíciles de persecución, pero ninguno de ellos todavía había muerto por su fe. Como todavía estaban vivos, el escritor les exhorta a continuar su carrera. Así como Cristo no se rindió, tampoco ellos debían rendirse.
¿Quién ama más a sus hijos, el padre que les permite hacer lo que les causa daño o el que los corrige, disciplina y castiga para ayudarles a aprender lo que es correcto? Nunca es agradable ser corregido y disciplinado por Dios, pero su disciplina es un indicio de su amor profundo por nosotros. Cuando Dios le corrige, tómelo como una prueba de su amor y pídale que le muestre lo que está tratando de enseñarle.

Podemos responder a la disciplina de diversas formas:
(1) aceptarla con resignación;
(2) aceptarla con compasión de sí mismo, pensando que en realidad no lo necesitamos;
(3) resentirnos y ofendernos con Dios por eso; o
(4) aceptarla con gratitud, como la actitud apropiada hacia un Padre amoroso.
Dios no es sólo un padre que disciplina sino también un instructor exigente que nos estimula a alcanzar lo máximo y demanda una vida disciplinada. Aunque pudiéramos no sentirnos lo bastante fuertes como para alcanzar la victoria, sentiremos la capacidad para continuar a medida que seguimos a Cristo y dependemos de su fortaleza. Así podemos usar nuestras crecientes fuerzas para ayudar a quienes están cerca de nosotros que son débiles y que están luchando.

Ps. Martha Huarsaya
Lima - Perú

La Biblia en un Año: Ezequiel 14:1-16:43 - 1 Juan 2:7-29

No hay comentarios: