Martes, 11 de Diciiembre del 2007

Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.
1 Pedro 5:5
Qué pide el Señor de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios.
Miqueas 6:8


Grande y humilde a la vez

Reconozcamos que en general esa virtud llamada humildad, se aprecia poco y se practica menos aún. Cuando se encuentran oídos dispuestos a escuchar, gustosamente se elogia a los ganadores, a los que se imponen.La humildad es uno de los maravillosos rasgos que distinguieron a nuestro Señor Jesucristo. Él nunca buscó la popularidad; al contrario, huía de ella (Marcos 1:37-38). Él, el gran Dios del cielo y de la tierra, a quien todo le pertenece, fue humilde entre los humildes. Nacido en la pobreza, aprendió el oficio de carpintero. A pesar de su divina sabiduría y de su perfecto conocimiento, esperó hasta cumplir treinta años para empezar su servicio público: anunciar el reino de Dios, enseñar y curar. “Cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente” (1 Pedro 2:23).Jesús es nuestro modelo, pero ¡cuán difícil es seguir sus huellas! Una verdadera humildad debería distinguir a un cristiano entre personas que buscan sus propios intereses, que quieren dominar a los demás, engrandecerse y hacer valer sus derechos. Ésta necesita mucha fuerza moral y una real cercanía al Señor. “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón”, dijo Jesús (Mateo 11:29). Y su fiel siervo, quien aprendió de él, escribió: “Yo Pablo… soy humilde entre vosotros” (2 Corintios 10:1).

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

La Biblia en un Año: Ezequiel 37:15-39:29 - Apocalipsis 3:7-22

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