Miercoles, 05 de Diciembre del 2007

Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí.

Génesis 3:9-10


¿Dónde estás?

Era hora de partir. El auto estaba cargado y cada uno iba a despedirse de los abuelos. Pero Dorian, un pequeño de cinco años de edad, no aparecía. Lo buscamos por todas partes, llamando: –Dorian, ¿dónde estás? ¡Contéstanos! La pregunta: ¿Dónde estás? pasó de boca en boca con una angustia que fue creciendo hasta el momento en que alguien descubrió al niño en el jardín, acostado en la hierba y mirando pasar las nubes.“¿Dónde estás tú?”, preguntó Dios a Adán cuando éste intentó esconderse. A menudo nosotros también tratamos de alejar a Dios de nuestra vida; obrando así, nos extraviamos.
Dios no cesa de decirnos: ¿Dónde estás? Lo hace por medio de su Espíritu que trata de llamarnos la atención y también mediante las dificultades que atravesamos.
Para oír la voz de Dios es necesario alejarnos de todas las distracciones, de las corrientes ideológicas etc., a fin de formularnos seriamente la pregunta: “¿Qué es el hombre?” (Salmo 8:4), es decir, ¿quién soy yo? En lugar de huir cabizbajo hacia un porvenir desconocido y aterrador, detengámonos y pidámosle al Señor que se revele a nosotros. Él contesta las oraciones. Entonces nos hará conscientes de nuestro alejamiento de él, de nuestras faltas y de nuestra perdición. Al volver a Dios, hallamos al Padre y descubrimos que ese Dios a quien quisimos olvidar nos ama, nos busca y nos espera con los brazos abiertos.

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)


La Biblia en un Año: Ezequiel 24:15-27:11 - 3 Juan 1-14

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