Jueves, 06 de Marzo del 2008

A ti (Dios) agradó librar mi vida del hoyo de corrupción; porque echaste tras tus espaldas todos mis pecados.
Isaías 38:17
El Señor me salvará.
Isaías 38:20
La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.
1 Juan 1:7

Liberado de la culpabilidad

Thierry, de 35 años de edad, estaba desalentado. Creyente desde hacía varios años, atravesaba un período difícil. Se sentía frágil, encerrado en sí mismo y muy débil frente a las tentaciones, lo que lo entristecía profundamente. Además se acordaba sin cesar de las faltas de su vida pasada. Él explicó a un amigo creyente: –Soy cristiano, pero en el fondo ante todo soy pecador, y Dios me lo hace sentir. Entonces su amigo le leyó en su Biblia: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9). Luego le preguntó: –¿Piensas que este versículo es verdad? –Por supuesto que sí; ¡está en la Biblia! –Pero, ¿es verdad para ti? ¿Es válido para ti? Thierry reflexionó. No se atrevía a decir no, y si decía sí, significaba que Dios ya lo había perdonado. Súbitamente la luz brilló en su espíritu y él contestó en voz baja, casi tímidamente, pero con un nuevo gozo: –Sí, este versículo es válido para mí, y ya no tengo que atormentarme por mis antiguos pecados:–Ves, Thierry, nunca debes pensar que Dios sigue teniendo en cuenta tus pecados, si se los has confesado. Dios perdona y lo hace con perfecta justicia, porque Jesús cargó con tus pecados en la cruz. Ya no eres más un acusado, sino un justo. Estás perfectamente purificado ante Dios. Recibiste una nueva vida, la vida eterna.

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

No hay comentarios: