Miercoles, 26 de Marzo del 2008

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
Juan 3:16
No haré caer mi ira sobre ti, porque misericordioso soy yo… Reconoce, pues, tu maldad (dice Dios).
Jeremías 3:12-13

¿Quieres ser salvo? (Juan 5:1-18)

Era día de fiesta en Jerusalén. La gente no se preocupaba por la multitud de enfermos y lisiados que gemían y esperaban la curación. Así va el mundo: la ruidosa alegría rodea con indiferencia el sufrimiento y la miseria.Jesús subió a Jerusalén y fue hacia los que sufrían. Se acercó a un paralítico y le preguntó: “¿Quieres ser sano?” (v. 6). ¿Por qué esta pregunta? Jesús no impone su gracia, sino que la ofrece a quien reconoce necesitarla verdaderamente. Y ese hombre tuvo que reconocer: “No tengo quien” me ayude.Reconocer la propia culpabilidad y total incapacidad ante Dios y contar sólo con él para ser salvo es lo que Dios, aún hoy, pide a todo ser humano. Jesús dijo al enfermo: “Levántate, toma tu lecho, y anda”. Quizás, en lugar de ese hombre, usted habría dicho: ¿Cómo me puedes pedir esto? Es precisamente lo que no puedo hacer. Pero el lisiado no razonó. Creyó la palabra de Jesús. Se levantó y caminó.Amigo, esta pregunta se dirige a usted: ¿Quiere ser salvo? No tiene a nadie que lo pueda socorrer, pero Jesús se acerca a usted y le ofrece la salvación. No vacile. Crea en su palabra, crea en él y será salvo.@poème:El buen pastor al verme perdido e infelizLlegando a donde estaba me trajo a su redil;Y al ver que Cristo me salvó,El cielo entero se alegró.

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

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