Viernes, 25 de Abril del 2008

Sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.
Hebreos 11:6
Lo que ahora vivo… lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.
Gálatas 2:20

La realidad de la fe

Algunos dicen: –Usted siempre asegura que basta creer para ser salvo. Discúlpeme, pero verdaderamente es demasiado sencillo.En realidad, creer es a la vez muy simple y muy difícil. Para un niño, ¿hay algo más fácil que apoyarse en el hombro de su madre? ¿O hay algo más natural que creer en la palabra de un amigo? Para alguien que se está ahogando, ¿es difícil aferrarse a la soga que le echan? Asimismo la fe es simple, casi espontánea y está al alcance de todos.Pero, por otra parte, es difícil confiar en alguien que no se ve. Y no es natural dejar en las manos de otra persona nuestra vida. Además, es casi imposible aferrarse a una cuerda de salvación si uno no se siente en peligro.La fe produce una revolución en el pensamiento. Esta revolución es provocada por dos convicciones. Debo empezar por ser consciente de que mi vida sin Dios no tiene sentido, hasta es un fracaso. Pero también debo ver algo de la grandeza absoluta, de la santidad y del amor de Dios. Entonces creer llega a ser una realidad, hasta algo lógico. Es simple y grandiosa, además de ser una feliz decisión definitiva que compromete toda mi vida. Para mí la salvación es gratuita, pero a Dios le costó la vida de su propio Hijo. Necesitó que Jesucristo, el Salvador, se entregara hasta la muerte. Este es su precio y su valor.

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

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