Jueves, 15 de Noviembre del 2007

El Espíritu… del Señor está sobre mí… me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón… a consolar a todos los enlutados… a ordenar que a los afligidos… se les dé gloria en lugar de ceniza… manto de alegría en lugar del espíritu angustiado.
Isaías 61:1-3

Una cárcel transformada

Un predicador africano llamado Jacobo se preocupaba por sus hermanos en la fe, que eran perseguidos en Mozambique, el país vecino. Allí los creyentes eran echados a la cárcel y las Biblias eran quemadas. Jacobo salió de su país para ir a visitarlos y alentarlos, pero fue detenido en un puesto de control. Los soldados le confiscaron todas sus pertenencias: su vehículo, sus objetos personales, su dinero y sus Biblias. Le hicieron subir a un furgón y lo llevaron a un centro de detención. Allí soportó un largo interrogatorio y luego fue encerrado en una celda sucia donde se hallaban otros prisioneros hambrientos.En seguida Jacobo se dio cuenta de que estos detenidos no tenían ninguna esperanza. Padecían no sólo hambre física, sino también hambre espiritual. Jacobo no podía satisfacer la primera, pero procuró responder a la segunda.Les habló del amor de Jesús y del perdón de Dios. Varios de ellos quedaron impresionados; reconocieron sus faltas y aceptaron a Jesús como su Salvador. Después de algunas semanas, la celda oscura, sucia y maloliente se transformó en un lugar luminoso. Ya no se oían blasfemias, sino cantos de alabanzas al Señor. Semejante cambio llevó a dos guardianes a convertirse también a Cristo.

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

Biblia en un Año: Jeremías 51:1-58 - Hebreos 13:1-25

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