Lunes, 12 de Noviembre del 2007

Nosotros también éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes, extraviados…
aborrecibles, y aborreciéndonos unos a otros. Pero cuando se manifestó la bondad
de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, nos salvó.
Tito 3:3-5

Callejón sin salida

En el tiempo de Noé los hombres vivían en la inmoralidad, callejón sin salida que conduce a una muerte segura. Sin embargo, Dios les había enviado una advertencia precisa por medio de Noé. Ese hombre, escogido por Dios a causa de su fe, predicaba poderosamente: anunciaba que el diluvio iba a caer sobre un mundo de impíos (2 Pedro 2:5). Pero más que sus palabras, su vida, completamente dedicada a la construcción de un inmenso barco, hablaba de un juicio inminente, aun cuando todavía no se veía (Hebreos 11:7). Pues bien, sus contemporáneos no quisieron escucharle ni reconocer que iban por mal camino. “No entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos”, dijo Jesús (Mateo 24:39).Nuestro tiempo, ¿es diferente al de Noé? Hoy en día, innumerables personas viven en la inconsciencia, toleran el mal sin avergonzarse y no se dan cuenta de que van hacia la perdición.Por eso Dios envió a su Hijo Jesús como luz al mundo. “La luz en las tinieblas resplandece… En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció” (Juan 1:5, 10). Vino con un mensaje esencial y vital: “Arrepentíos, y creed en el evangelio” (Marcos 1:15). Aceptar o rehusar este mensaje hace toda la diferencia entre los salvos y los perdidos: “A todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12).

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

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