Jueves, 20 de Diciembre del 2007

Podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre.
Hebreos 13:6

El autostopista y los policías

En el andén de la estación ferroviaria Alex esperaba el tren. Su misión era difícil: en un país donde estaba prohibido poseer una Biblia, debía transportar una valija llena de ellas hasta la ciudad vecina. Subió al tren con temor. Oró en silencio. De repente un pensamiento vino a su mente, como si Dios le hablara: –Baja del tren en la próxima parada. Él razonó: ¿por qué bajarme en descampado? Sin embargo, cuanto más reflexionaba, más claro le parecía el asunto. Entonces se bajó del tren y caminó hasta la carretera. De repente oyó un ruido de motor. Automáticamente levantó el brazo. El vehículo aminoró la velocidad y se detuvo. Estupefacto, pero ocultando su espanto, Alex leyó en la puerta: Policía:–¿Adónde va usted, joven?, le preguntaron:–Voy a la ciudad vecina, respondió:–Bien, suba pronto porque tenemos prisa. Alex se instaló en el asiento trasero, apretando su valija. Los policías conversaban entre sí. Alex escuchaba, feliz de que no se le preguntara nada. De repente uno de ellos dijo a su colega: –Apresurémonos, de lo contrario no estaremos en la estación cuando llegue el tren. –Tienes razón, respondió el otro. No perdamos ese momento. Me imagino la cara del joven cuando lo detengamos al bajar del tren con su valija llena de Biblias. Sin darse vuelta el chofer preguntó al pasajero: –¿Dónde quiere bajarse? Ya estamos llegando. –En el primer semáforo, por favor, dijo Alex. Luego se bajó, vio como el vehículo se alejaba y agradeció al Señor por esa maravillosa liberación.
© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
La Biblia en un Año: Ester 2:1-4:17 - Apocalipsis 12:1-13:1a

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