Sábado, 09 de Febrero del 2008

Señor, ten misericordia de mí; sana mi alma, porque contra ti he pecado.
Salmo 41:4
Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado.
Salmo 32:1

Una consecuencia de la bomba atómica

El físico Oppenheimer, que participó activamente en la elaboración de las bombas atómicas, declaró poco antes de su muerte:«Nadie experimenta tanto el peso agobiador de la responsabilidad como aquellos que trabajaron en la explotación de la energía nuclear para fines militares. No podemos olvidar que estas armas nos han dado el espectáculo más inhumano de lo que es la guerra actual: ¡espantoso! Por experiencia, los físicos han aprendido lo que es el pecado. Esta experiencia no se borra jamás».No es necesario haber participado en la elaboración de la bomba atómica para sentir el peso de la propia culpabilidad. Todos somos culpables de haber alterado la verdad, de habernos sublevado contra la autoridad de Dios o haber perjudicado a nuestro prójimo. En un momento u otro, hemos hecho algo que sabemos que no es justo. Podemos negar nuestra culpabilidad; pero aunque la reprimamos, no por eso deja de ser real.Para que yo sea liberado de este cargo de conciencia es necesario que reconozca honestamente mis faltas y acuda a Dios en oración y con confianza para confesárselas. Entonces descubro que Jesucristo murió en la cruz por mis pecados (1 Pedro 2:24). Luego me da la paz, el gozo de estar perdonado por Dios, y aun de ser adoptado por él como su hijo muy amado.

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

No hay comentarios: