Jueves, 09 de Marzo del 2008

De hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis; porque de tales sacrificios se agrada Dios.
Hebreos 13:16
Dios ama al dador alegre.
2 Corintios 9:7

¿Cuánto o cómo?

Jesús estaba sentado frente al arca de las ofrendas (Lucas 21:1-4). Con esa penetrante mirada con que lo observa todo y a todos, no sólo veía cuánto (lo único que, en general, interesa a los hombres), sino cómo, daba cada uno. He aquí una viuda pobre se acercó con su conmovedora limosna: las pocas “blancas” que le quedaban para vivir.El Señor, conmovido, llamó a sus discípulos y comentó lo que acababa de ver. ¡Ah, esa extraordinaria ofrenda!: “todo el sustento que tenía”. Esta limosna no sólo es prueba de los afectos que esa mujer sentía por Dios y su casa, sino también de la total confianza que tenía en el Señor para satisfacer sus necesidades (compárese con 1 Reyes 17:13). Al echar en el arca sus últimos recursos, ella se entregaba enteramente a Dios y mostraba que sólo dependía de él (compárese 1 Timoteo 5:5 con 2 Corintios 8:1-5).El Señor, a quien nada se le escapa, valora lo que cada uno da, comparándolo con lo que guarda para sí. No tiene la misma manera de contar que nosotros, y esto es un aliento para todos los que no pueden dar mucho (2 Corintios 8:12). ¡Cuántas pequeñas monedas vendrán a ser fortunas en el tesoro celestial! (Mateo 6:19-21).Depositemos nuestra confianza en Dios. Quizás en este mundo, pero ciertamente en el otro, él sabrá recompensar más allá de toda medida los más pequeños o grandes sacrificios hechos por amor a él.

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

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