Jueves, 17 de Marzo del 2008

Fui buscado por los que no preguntaban por mí; fui hallado por los que no me buscaban.
Isaías 65:1

El Evangelio hasta lo último de la tierra

Muy al norte del país de Israel, el Señor Jesús puso de manifiesto su poder y su gracia divina, que no conocen fronteras (Marcos 7:24). Una mujer extranjera acudió a él y se postró a sus pies con un inmenso dolor: su hija estaba poseída por un demonio. ¿Se ocuparía Jesús de alguien que no pertenecía a su pueblo? Sin dejar de indicar cuál era la posición privilegiada de los judíos, el Señor muestra que la gracia no tiene límites raciales o geográficos. Nada la detiene cuando la fe de alguien la deja obrar.Para poner en evidencia la fe de esa extranjera, el Señor le habló, en primer lugar, de una manera que parece severa. Pero nada la desalentó. “Deja primero que se sacien los hijos, porque no está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos”, le dijo Jesús. Mas ella respondió: “Sí, Señor; pero aun los perrillos, debajo de la mesa, comen de las migajas de los hijos”. Ella se sometió porque sabía que los dones del Maestro son suficientes para saciar no sólo a los judíos (los hijos), sino también a las gentes de las naciones que creen en el Salvador. Él honró su confianza al curar a su hija.El pan de los hijos representa la Palabra de Dios, el Evangelio. Los hijos de Israel fueron sus primeros destinatarios, pero como no lo aceptaron fue anunciado a los no judíos. Hoy en día la historia se repite. Las naciones, cristianizadas desde hace siglos, se vuelven cada día más indiferentes al Evangelio, mientras que numerosas personas en países no cristianos, se vuelven hacia el Salvador.

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

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