Miercoles, 16 de Abril del 2008

El Señor al que ama castiga, como el padre al hijo a quien quiere.
Proverbios 3:12

“El que amas está enfermo”

En Betania había una casa a la que Jesús le gustaba ir con sus discípulos. Allí una mujer llamada Marta le servía, mientras María, su hermana, le escuchaba. Más tarde la prueba tocó a esa familia: Lázaro, el hermano de Marta y María, cayó gravemente enfermo. En seguida sus hermanas enviaron un mensaje a Jesús, diciendo simplemente: “Señor, he aquí el que amas está enfermo” (Juan 11:3). Sólo después de dos días, el Señor se puso en camino, pero cuando llegó, Lázaro había muerto.¿Se habrían equivocado las hermanas al decir: “el que amas”? No, pues “amaba Jesús a Marta, a su hermana y a Lázaro”. Entonces, ¿por qué tardó en ir? Su obediencia a su Padre estaba antes que su amor por los suyos. También habría podido curar a Lázaro a distancia, como lo había hecho con otros enfermos (Juan 4:53; Marcos 7:30). Pero esta vez era necesario que se revelara como “la Resurrección y la Vida”. Cuando llegó, unos días más tarde, no sanó a un enfermo, sino que resucitó a un muerto. Así mostraba su divinidad y ante todo “la gloria de Dios”.Cuando pasamos por la enfermedad, por el duelo o cualquier otra prueba, nunca olvidemos que cada uno de nosotros es aquel o aquella a quien el Señor ama. Al apóstol Juan le gustaba llamarse “el discípulo a quien amaba Jesús” (Juan 13:23; 21:20). ¿Amaba el Señor a Juan más que a los demás? No ha de entenderse así, sino que Juan era consciente de ser amado personalmente por Jesús, como debemos serlo también nosotros, usted y yo.

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

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