Martes, 27 de Noviembre del 2007

Buscad la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Aseguraos de que nadie deje de alcanzar la gracia de Dios; de que ninguna raíz amarga brote y cause dificultades y corrompa a muchos.
Hebreos 12:14-15

La Santidad

Los lectores conocían el ritual de la limpieza que los preparaba para la adoración, y sabían que debían ser «santos» o «limpios» a fin de poder entrar en el templo. El pecado siempre obstaculiza nuestra visión de Dios; por lo tanto, si queremos ver a Dios, debemos obedecerle y renunciar al pecado (véase Salmo 24.3, 4). Vivir en santidad armoniza con vivir en paz. Una buena relación con Dios conduce a una buena relación con la comunidad de creyentes. Aunque no siempre vamos a sentir amor por todos los creyentes, debemos buscar la paz a medida que logramos ser más semejantes a Cristo.

Así como una raíz pequeña crece hasta convertirse en un gran árbol, la amargura brota en nuestro corazón y eclipsa aun nuestras más profundas relaciones cristianas. Una «raíz de amargura» se apodera de nosotros cuando permitimos que los desacuerdos crezcan hasta volverse resentimiento, o cuando alimentamos rencores por heridas pasadas. La amargura trae consigo celos, disensiones e inmoralidad. Cuando el Espíritu Santo llena nuestra vida, puede sanar la herida que causa la amargura.

Ps. Martha Huarsaya
Lima - Perú

La Biblia en un Año: Ezequiel 4:1-7:27 - 2 Pedro 2:1-22

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