Martes, 15 de Enero del 2008

Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.
Juan 17:17
No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal.
Juan 17:14-15

La almeja
La almeja es un marisco bivalvo, comestible, que vive en los litorales. Pueden recolectarse cuando baja la marea. A pesar de su entorno constituido por arena o lodo, el interior de ese molusco nunca contiene impurezas; es sorprendentemente limpio.Cristianos, ¡este animal nos da una enseñanza! Si nuestro entorno moral está contaminado de muchas maneras, no nos dejemos mancillar por las impurezas del mundo. Para esto son indispensables la vigilancia y la determinación. Es cierto que no podemos evitar todo contacto con el mal. Nuestro Señor no pidió a su Padre que fuésemos quitados del mundo, sino que fuésemos guardados del mal.Nos dio el medio para ello: la Palabra de Dios, cuya lectura tiene una acción santificante, nos «limpia» de las manchas morales causadas por lo que vemos, oímos y aun pensamos. También envió al Espíritu Santo, que nos ayuda a comprender las Escrituras y nos hace conscientes de lo que en nuestra vida debe ser confesado al Señor, y abandonado.A semejanza de la almeja, procuremos ser herméticos a todo pecado, pero abramos completamente nuestro corazón para dejar penetrar en nosotros el agua purificadora de la Palabra de Dios, de tal manera que la comunión con nuestro Señor nunca se interrumpa. “Nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo” (1 Juan 1:3; véase también Juan 13:3-10).
© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

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